viernes, 14 de junio de 2013

El Resplandor de Stephen King

"Este lugar inhumano hace monstruos humanos"

Tenía muchas ganas de leer este clásico del cine que salio de las manos de Stephen King, y aprovechando que no me acuerdo de la película (eso si la he visto siquiera...) y no tengo manera de asociarlo (excepto claro las escenas mas famosas), pues aproveche y lo lei en el e-book.

No es como otros volúmenes que he leído de este autor... aunque como no, el protagonista es escritor, desde luego es como un fontanero para nintendo... pero al menos otras profesiones podría hacer... pero es símbolo de él, igual que todo siempre ocurre en Maine.
Lo que diferencia esta historia de las demás, es que no se suele enredar con historias paralelas como ocurría en "La Cúpula" o en "It".. si no que va directo al grano en los personajes principales, por lo que no lees páginas y páginas de cosas que son "paja" para la historia principal.

Aunque la mayoría sabrá de que se trata, voy a darles una introducción. Se centra en una familia que esta pasando por un mal bache debido a problemas que tiene Jack... y acepta un trabajo de vigilante en un hotel durante la época de invierno que no va nadie debido al mal acceso por la nieve.
Mientras tanto, Danny, era un niño inteligente pero a la misma vez era imaginativo, tenía un amigo invisible que le transmitía ciertas cosas.

Nota en Librofilia: 9 



----------------------------------SPOILERS----------------------------------

Aunque no me queda muy claro, y es algo como que queda a debatir... da a entender en el libro, que Tony, el amigo "imaginario", es Danny dentro de unos años, y es éste mismo el que le esta advirtiendo que no fuera al hotel mostrándole imágenes.

La transformación que provoca el hotel sobre Jack, esta muy bien elaborada, y utiliza conceptos como la bebida y la pesadez de su mujer para inculcarle ciertos valores... aunque a base de palos como hacia el padre de Jack con su madre.

Trozos del libro
Setos de la zona infantil
Todo estaba lo mismo que hacía un momento. Entonces, ¿por qué había empezado a ponérsele carne de gallina en la cara y las manos, y por qué en la nuca el pelo empezaba a erizársele, como si la piel se le hubiera puesto repentinamente seca?

La respiración se le ahogó en la garganta.

El conejo estaba en cuatro patas, mordisqueando la hierba. Tenía la barriga contra el suelo. Pero no hacía diez minutos que estaba sentado sobre las patas traseras, claro que sí, si él le había recortado las orejas... y la barriga.

Sus ojos se movieron velozmente hacia el perro. Cuando él había venido por la senda, el perro estaba sentado, en la actitud de pedir una golosina. Ahora estaba agazapado, con la cabeza inclinada, la muesca de la boca contraída en un gruñido silencioso. Y los leones...

Los leones estaban más próximos a la senda. Los dos que habían a su derecha habían cambiado imperceptiblemente de posición, se habían acercado más. Y la cola del de la izquierda, ahora, estaba casi sobre la senda.

Estaba seguro de que, cuando pasó junto a ellos para atravesar el portón, ese león estaba a la derecha y tenía la cola arrollada junto al cuerpo.
Ahora, los leones ya no defendían la senda: la bloqueaban.

Empieza todo
Pasó otra voz y Jack volvió atrás para sintonizarla. Era la voz de su padre.

—... mátalo. Tienes que matarlo, Jack, y a ella también. Porque un verdadero artista debe sufrir. Porque todos los hombres matan lo que aman.

Porque estarán siempre conspirando contra ti, intentando retenerte y hundirte. En ese momento mismo ese hijo tuyo está donde no debería.

Desobedeciéndote. Eso es lo que hace. El maldito cachorro. Dale de bastonazos por eso, Jacky, dale de bastonazos hasta que apenas le quede vida. Bébete un trago, Jacky hijo mío, y entonces jugaremos al ascensor. Y después yo te acompañaré mientras tú le das su medicina. Sé que eres capaz de hacerlo, vaya si lo eres. Debes matarlo. Tienes que matarlo, Jacky, y a ella también. Porque un verdadero artista debe sufrir.

Ganas de hacerlo
La necesidad de arrojarla de la cama, desnuda, atónita, apenas empezando a despertarse; de abalanzarse sobre ella, aferrarle el cuello como se coge el débil tallo de un álamo joven y estrangularla, con los pulgares contra la tráquea, los demás dedos oprimiendo las vértebras del cuello, sacudiéndole la cabeza y golpeándosela contra las tablas del piso, una y otra vez, golpear, sacudir, romper, destrozar. Eso sí que es bailar, chiquita. Sacúdete con ritmo de rock and roll. Ya se ocuparía él de que tomara su medicina. Hasta la última gota. Hasta las heces.

El amargo nudo de sus emociones se deshizo. Jack se bajó de la cama y fue hacia donde estaba el niño, sintiéndose asqueado y avergonzado de sí mismo.

Escena del hacha (famosa)
Sin dejar de vociferar su nombre, Jack seguía golpeando. Esta vez, al caer, el mazo hizo saltar una larga astilla de madera de la puerta, al tiempo que destrozaba el revestimiento de madera dura. El mazazo siguiente produjo un estrépito estremecedor, un ruido como el de la leña seca bajo los golpes de un hacha.

Explosión y destrucción
Las ventanas del hotel se hicieron pedazos. En el salón de baile, el fanal de cristal que cubría el reloj sobre la chimenea se partió en dos pedazos y cayó al suelo. El reloj interrumpió su tictac: las ruedecillas y los engranajes y la rueda catalina se quedaron inmóviles.
Se produjo un susurro grave y suspirante y una gran bocanada de polvo. En la habitación 217 la bañera se partió repentinamente en dos y dejó escapar un poco de agua, verdusca y hedionda. En la suite presidencial el empapelado estalló en una súbita llamarada. Las puertas de vaivén del Salón Colorado saltaron bruscamente de sus goznes y cayeron en el piso del comedor. Más allá del arco del sótano, las enormes pilas y montones de papeles viejos se convirtieron en otras tantas antorchas sibilantes, que no conseguía sofocar el agua hirviendo de la caldera al derramarse sobre ellas. Como las hojas de otoño que van quemándose bajo un avispero, fueron ennegreciéndose y retorciéndose. Al estallar, el horno destrozó las vigas del techo del sótano, que se desplomaron como el esqueleto de un dinosaurio. Ya sin nada que lo obstruyera, el conducto de gas que había servido para alimentar el horno se elevó en un bramante pilar de fuego a través del abierto piso del vestíbulo.

Los alfombrados de las escaleras estallaron en llamas que subían a la carrera hacia la primera planta, como para proclamar la terrible buena nueva. Las explosiones lo iban destrozando todo como una descarga cerrada. La lámpara del comedor, un globo de cristal de ochenta kilos de peso, se desplomó con un tremendo estrépito, derribando mesas por todas partes. De las cinco chimeneas del «Overlook», enormes llamaradas se elevaban hacia el cielo.

(¡No! ¡No debe ser! ¡No debe ser, NO DEBE!) gritaba aquello.

----------------------------------FIN DE SPOILER----------------------------------